lunes, 12 de enero de 2015

La ilusión lírica

En el día de ayer, Jacques-Alain Miller, escribió este artículo para su publicación en Le Point.fr , hoy. La actualidad del tema y el interés por los últimos sucesos ocurridos en París, redoblan su valor.  Agradecemos a la AMP su pronta difusión y a Miquel Bassols la traducción.


La ilusión lírica
por Jacques-Alain Miller 


 Desde París, el 11 de enero de 2015, por la mañana

¿Quién lo hubiera creído? ¿Quién lo hubiera dicho? Francia en pie como un solo hombre, o como una sola mujer. Francia convertida o reconvertida en una. La República, valiente, intrépida, ha escogido la resistencia. ¡Se acabaron los autoreproches! De repente los franceses salen de su depresión, de sus divisiones y, si debemos creer a un académico, convertidos incluso en “los soldados del Año II”. Los franceses produciendo de nuevo la admiración del mundo. Y, dando cabezadas, el presidente Hollande acoge con su aspecto de primera comunión al puñado de hombres que tienen en sus manos el destino del planeta. ¿Por qué precipitarse de este modo hacia París? Podría creerse que vienen a recargarse, a reavivar su poder, a legitimarlo, a darle lustre. Todo un planeta casi unido, unánime, recorrido por un mismo estremecimiento, como si formara una sola muchedumbre, presa de una pandemia emocional sin precedentes, a no ser tal vez el Día de la Victoria que puso fin a la Primera Guerra Mundial, la Liberación de París, el 8 de mayo de 1945.

Francia, la humanidad, parece que no sean ya abstracciones, parecen tomar cuerpo, encarnarse bajo nuestra mirada, en nuestros corazones, en nuestros cuerpos. Habremos entonces conocido eso, “la ilusión lírica”. Imposible salir airoso sin Freud y su Massenpsychologie, o incluso sin su doctrina de la cura. El acontecimiento marca un corte, reconfigura al sujeto, o más bien lo hace emerger con una forma inédita. Sin embargo, las Bolsas, hasta el momento, no se han movido, a diferencia del 11 de septiembre. Ahora bien, es esto lo que hoy que hace las veces de prueba de lo real. Mientras no hayan registrado la sacudida, nos quedamos en lo imaginario.
Todo se ha puesto en movimiento por tres hombres, ni uno más, que han dado su vida en nombre del Profeta. De todos modos, para coronar este entusiasmo universal, no es su nombre sino el de Charlie el que sale en lugar suyo. ¡Charlie! Un semanario que, desde antes de que su redacción fuera exterminada, estaba ya, por falta de lectores, agonizando. El residuo, el desecho, de una época de un espíritu superado desde hacía tiempo. Es aquí donde se verifica lo que enseña el psicoanálisis sobre la potencia que encierra la función del resto. Charlie muere asesinado el miércoles, el domingo es el día de su resurrección. Su transformación, su sublimación, su Aufhebung, como símbolo universal. El nuevo Jesucristo. O, para no pasarse de la raya, el Here Comes Everybody de James Joyce.
Debemos este efecto a nuestros tres yihadistas, esos caballeros de la Apocalipsis, esos soldados de lo Absoluto. Lo habrán conseguido : asustar, aterrorizar, a una buena parte del planeta. Tal como lo escribía ayer en un tweet aquel viejo canalla de Murdoch, “Big jihadist danger looming everywhere from Philippines to Africa to Europe to US.” Es en el número donde cada uno alojará su miedo y lo sublimará en ardor. El número es la respuesta democrática a lo Absoluto. ¿Da la talla?
Ninguna religión ha magnificado la trascendencia de lo Uno, su separación, como lo ha hecho el discurso de Mahoma. Ante lo Absoluto, ni el judaísmo, ni el cristianismo, dejan sola a la debilidad humana. Ofrecen al creyente la mediación, el socorro, de un pueblo, de una Iglesia, mientras que lo Absoluto islámico no está mitigado, queda desenfrenado. Es el principio de su esplendor. La certeza está de su lado, mientras se sigue disputando sobre la definición de lo Judío, las Iglesias protestantes riñen entre ellas, y el propio Vaticano sufre, al decir del papa, de un “Alzheimer espiritual”. Otro académico prescribe al Islam que se someta a “la prueba de la crítica” para ganarse una verdadera grandeza. En efecto, esa es la cuestión. Cuando las ranas críen pelo…
Cuando uno se manifiesta, como vamos a hacer dentro de algunas horas, se dirige a una potencia que se trata de doblegar. Los cortejos que, ahora mismo, van a converger en la Place de la Nation, no lo saben pero se preparan para celebrar el amo de mañana. ¿Cuál es? “Pero a ver, me dirán, venimos  a elogiar a la República, a las Luces, a los Derechos del Hombre, a la libertad de expresión”, etc., etc. ¿Creen realmente, responderé, que son solidarios con estos “valores” el Sr. Poutine, M. Viktor Orban, los Grandes de este mundo? Es mucho más simple. Valores sólo tienen uno: el orden público, el mantenimiento del orden. Y sobre esto los pueblos se ponen de acuerdo entre ellos. El vínculo social, ese es el Bien Soberano. No hay ningún otro. Se honra a las víctimas, sin duda. Pero en primer lugar, y en todas partes, se cuenta con la policía.
¡Pobre Snowden! Sí, queremos ser vigilados, escuchados, espiados, si la vida es a este precio. Gran estampida hacia la servidumbre voluntaria. ¡Qué digo! ¿Voluntaria? Deseada, reivindicada, exigida. En el horizonte, el Leviatán, “Pax et Princeps.” En Roma llegó un momento, observaba antaño Ronald Syme, en que hasta los Republicanos consideraron como un mal menor “submission to absolute rule”. Houellebecq no se equivoca en este punto: la tendencia hoy, contrariamente a las apariencias, no es a la resistencia sino a la sumisión.

(De próxima publicación en lepoint.fr
Traducción: Miquel Bassols)

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